lunes, 7 de abril de 2008

DD HH-ARGENTINA: Desaparecidos judíos, la deuda pendiente

Por Marcela Valente

BUENOS AIRES, nov (IPS) - Por primera vez en 30 años, la máxima representación
política de la comunidad judía argentina presentó un estudio sobre las personas
de ese origen desaparecidas por la última dictadura, en el que se revela el
ensañamiento adicional de la represión contra estas víctimas.

El "Informe sobre la Situación de los Detenidos-Desaparecidos Judíos durante el
genocidio perpetrado en Argentina", en formato de libro, fue presentado por el
Centro de Estudios Sociales (CES) de la Delegación de Asociaciones Israelitas
Argentinas (DAIA), con el respaldo de la gubernamental Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación.

"El libro es parte de un camino que la DAIA viene recorriendo y de su compromiso
con los familiares de las víctimas", declaró a IPS Marisa Braylan, directora del
CES. Aludió así a los reclamos de deudos hacia esa asociación, señalada de
mantener un bajo perfil durante el régimen dictatorial (1976-1983) a pesar de la
desaparición de integrantes de la comunidad.

"Los familiares reclamaban ayuda y la actual conducción asumió la
responsabilidad de revisar lo actuado y asumir que hubo varios desaciertos",
dijo Aldo Donzis, actual presidente de la DAIA. El informe no menciona esos
errores, pero responde al compromiso de "reconocer omisiones y desaciertos",
rescató Braylán.


Por su parte, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, remarcó
durante la presentación de la investigación el miércoles que "enfrentar a la
dictadura en aquel momento exigía heroicidad y eso no es una exigencia que se le
pueda pedir por igual a todos los ciudadanos".

Hay dos aspectos que son los más resaltados en el informe. Uno es cuantitativo y
se refiere a una sobre-representación de judíos entre los
detenidos-desaparecidos. Además, aunque "no fue una persecución antisemita, el
tratamiento era brutal con víctimas judías y se apelaba a la simbología nazi,
por eso subrayamos también un aspecto cualitativo", dijo.

El trabajo consta de varios capítulos. En la introducción, se recuerda que la
DAIA nació en 1935 para enfrentar la amenaza del régimen nazi en Alemania y la
actividad de sus agentes y seguidores en Argentina. Y luego rememora los
desafíos, agravios y ataques antisemitas que sufrió la colectividad judía en
este país antes del golpe de Estado de marzo de 1976.

En verdad, entre las más graves afrentas hay dos posteriores a la dictadura en
Argentina. El ataque en 1992 a la embajada de Israel y el atentado explosivo
perpetrado dos años después y que voló el edificio de la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA). Entre ambas agresiones murió más de un centenar de
personas. Pero el texto no se detiene en estos ataques.

Para la DAIA, el régimen militar planteó "una situación inédita" de persecución
que incluyó el secuestro, la tortura, la apropiación de menores y la
desaparición forzada de personas, y remarcó que las víctimas judías de ese

"genocidio" recibían "un tratamiento más vejatorio y cruel" incluso que el de
los demás prisioneros.

El informe se basa en múltiples testimonios, algunos brindados ante la Comisión
Nacional de Desaparición de Personas (Conadep), creada en 1984 por el entonces
presidente Raúl Alfonsín. Otras declaraciones fueron tomadas de los registros
judiciales y de diversos países. También hay narraciones de sobrevivientes a
organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras.

Se citan, además, múltiples relatos acerca de la exhibición de simbología nazi
como cruces gamadas, retratos de líderes de esa corriente, propalación de
discursos de Adolf Hitler (1899-1945) durante las noches e insultos antisemitas
durante las detenciones y en las sesiones de torturas.

Brinda una lista provisoria de desaparecidos judíos, que es la que se presentó
por primera vez ante la justicia en España a fines de los años 90. También
incluye la nómina elaborada por la Comisión de Solidaridad con Familiares de
Detenidos y Desaparecidos en Argentina, radicada en Barcelona, que arroja datos
distintos.

El informe sostiene que en los años 70 en Argentina había entre 230.000 y
290.000 judíos, lo cual representaba entre 0,8 y 1,2 por ciento de la población
total de entonces. Pero en las estimaciones sobre desaparecidos, el porcentaje
de origen israelita está entre cinco y 12 por ciento, según las diversas
mediciones.


Sólo en el documento "Nunca mas", producido por la Conadep, en 1984 había
denuncias de 8.956 casos de desaparecidos, 1.117 de los cuales eran judíos. Eso
indica una proporción de 12,4 por ciento. Si se observan los asesinatos
registrados ante esa Comisión, el porcentaje de víctimas de esa colectividad se
eleva por encima de 15 por ciento.

En Argentina vive la mayor colectividad judía de América Latina. El informe
sostiene que, según sus registros, hubo alrededor de 1.300 desaparecidos de ese
origen, pero la DAIA ofreció mantener abierto el registro porque presume que
pueden ser más.

Si bien los registros de la Conadep indican casi 9.000 detenidos desaparecidos,
organizaciones de derechos humanos elevan esa cifra a casi 30.000.

La investigación detalla que, al igual que en la represión del el nazismo, en
los centros clandestinos de detención argentinos se les quitaba a los
prisioneros el nombre, se los humillaba y luego de asesinados se ocultaban sus
cuerpos. Había entre los secuestrados en Argentina "padecimientos extra" por ser
judíos.


En su testimonio ante la Conadep, el sobreviviente Daniel Fernández reveló que
"contra los judíos se aplicaba una tortura sumamente sádica y cruel, el
‘rectoscopio’. Era un tubo que se introducía en el ano o la vagina de las
víctimas y en el cual se ponía una rata que buscaba la salida mordiendo sus
órganos internos".

Otro que prefirió el anonimato recordó que los represores "se reían" de los
judíos y les pintaban cruces esvásticas sobre el cuerpo, y cuando otros agentes
los identificaban durante el baño los volvían a golpear. Cristina Navarro, otra
sobreviviente, contó que un guardia "tenía predilección por golpear a detenidos
de apellido hebreo".

El estudio también toma el testimonio del editor periodístico y escritor Jacobo
Timerman, fallecido en 1999. En su libro titulado "Prisionero sin nombre, celda
sin número", el ex director del desaparecido diario argentino La Opinión contó
que a los detenidos judíos los obligaban a colocarse en cuatro patas e imitar el
ladrido de un perro.


"No era un exceso de algunos represores, era una concepción, una práctica
institucionalizada dentro de las fuerzas de seguridad que actuaron en aquellos
años", sostiene el informe luego de detallar múltiples testimonios de tratos
"especiales" durante las torturas, y apelación de los represores a la simbología
nazi.

Otros testigos denunciaron que, en las sesiones de tortura, los represores
indagaban en la vida de las organizaciones de la comunidad judía, y luego
elaboraban mapas de sinagogas, edificios emblemáticos, y listados de personas.
Algunos conocían términos en hebreo y en idish y demostraban "cierta obsesión" por las tradiciones israelitas.

La escritora Nora Strejilevich denunció que, cuando estuvo detenida, un agente
le dijo que "el problema que más les preocupaba era la ‘subversión’ –como
identificaban a todos los que consideraban como opositores izquierdistas-- y le
seguía en importancia el ‘problema judío’".


Braylan anunció finalmente que los documentos y testimonios que sirvieron de
base al informe formarán parte del Archivo Nacional de la Memoria que se erigirá
en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, una institución naval que fue un
emblemático campo de concentración y que ahora está siendo transformada en
museo. (FIN/2007)



Fuente: IPS Noticias



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